La neurociencia reconoce como mínimo la existencia de tres redes neuronales : apego, cuidado y sexo que en función de su ponderación actitudinal darán lugar a los distintos tipos de amor. Si bien es cierto que el conocimiento de las redes enunciadas no nos aporta información relevante sobre la pulsión que justifica el tránsito eléctrico, su conocimiento se nos presenta como un paso ineludible en su futura comprensión.
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En particular me refiero al tibio de ánimo, de condición, a aquel tipo de persona o institución que vive instalada en lo conveniente, en el qué dirán, en el puro cálculo y utilitarismo. La tibieza, como subproducto del relativismo moral que es, encuentra aunque sea en clave de humor, en GROUCHO MARX y en sus principios -más bien la falta de ellos- un referente ciertamente esclarecedor. Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros.
Al inicio del desarrollo de un tema de actualidad en el periódico digital El Confidencial.com, que lleva por título Harvard ‘apoya’ la independencia: la élite de economistas se suma al proceso, se hace referencia a una frase del escritor Max Aub: “uno es de donde estudió el bachiller” como justificación al hecho de que importantes personajes del mundo académico se hayan sumado a la ola independentista actual.
Rafa Nadal, ante el ofrecimiento de la Real Federación Española de Tenis de viajar en Jet Privado desde Nueva York a Madrid con el fin de disponer de un día más de descanso, previo al enfrentamiento de Copa Davis de España y Ucrania, contestó: “Tal y como está el país no creo que sea el momento de hacerle pagar un viaje al Estado”.
Euclides, ante la pretensión del rey Ptolomeo de que le explicara la geometría de una forma simple y sencilla, respondió: “No hay ningún camino regio hacia el conocimiento”.
En el fondo, el matemático y geómetra en cuestión, no hacía otra cosa que evidenciar que la adquisición de conocimiento se comporta de acuerdo con un sistema natural basado en la ley de la cosecha, esto es: el aprendizaje sólo es posible a través del esfuerzo inteligente que se ejerce de forma regular y continuada. No existen los atajos.
No hago aquí referencia al concepto de nacionalismo que, como manifestación de un sano sentido de pertenencia a una colectividad, resulta esencial en el ser humano.
En una tribuna anterior desarrollé brevemente la idea de que el ser humano para que pueda merecer el calificativo de libre debe mostrarse como un individuo condicionado éticamente en sus decisiones a la vez que disciplinado en sus ejecuciones. Decidir y ejecutar no son formas verbales sinónimas. Como consecuencia, que una persona se muestre libre no depende tanto de la cantidad de opciones de que disponga como de su capacidad de elegir bien; es decir, con criterios éticos.
La formación superior militar ha transitado desde un sistema en el que a lo largo de cinco curso prevalecía la formación militar -carácter y competencias militares- con apoyos formativos de naturaleza técnico-científica, a otro en el que se hace énfasis especial en una formación de naturaleza técnica ajena al mundo castrense -ingeniería en organización industrial- y un útltimo año intensivo en milicia. La obtención del empleo de teniente queda supeditada a la consecución de un grado en ingeniería.
La opinión, ciertamente extendida en el que ostenta responsabilidades públicas, de que el incumplimiento de la palabra dada no debe ser causa suficiente de dimisión, véase el caso de Duran i Lleida, nos sitúa frente al dilema de concretar qué es lo que nos califica y de forma consecuente cuál debería ser la respuesta del calificado.
El cambio de paradigma en la concepción de la filosofía del éxito, ocurrido a lo largo de los últimos doscientos años, ha propiciado un movimiento de naturaleza pendular en el que se ha transitado desde una concepción de la vida basada en el carácter, esto es el ser, a una forma de hacer banal y superficial, concretada en el parecer.