Estando, como estamos, en época festiva, resulta de lo más cotidiano asistir a alguna de las múltiples cenas de empresa que se celebran con motivo de La Navidad. En ellas, y en un ambiente que se pretende cordial y distendido, se mezclan, compañeros, jefes, y colaboradores de trabajo. Lo que allí ocurra, se manifestará como un síntoma más de lo que la empresa es y de los valores que la soportan.
Categoría: Sociología Página 3 de 5
¡Cuántos inteligentes he conocido que no saben mandar! Sentencia extraída de un manual de buenas prácticas en el arte de dirigir que nos recuerda las limitaciones de la brillantez académica en el gobierno de instituciones de naturaleza social.
Resulta cuanto menos curioso que la Universidad Española, caracterizada por vivir inmersa en una endogamia abstraída en la más autista de las ensoñaciones, se haya transformado en un vivero de políticos que, instalados en sus atalayas de inconcreción, se presenten como el paradigma del buen gobernante.
Recuerdo cuando en mis primeros escarceos con el álgebra me topé con la relaciones de equivalencia, y en particular con una propiedad de ellas denominada simetría.
Así, una relación entre dos elementos tenía la consideración de simétrica cuando comparados a través de ella se manifestaban en un plano de absoluta irrelevancia. Que A fuera “igual” que B, implicaba que B era “igual” que A; en lógica consecuencia la igualdad gozaba de la propiedad simétrica.
El pasado 9 de Octubre, y en Barcelona, tuve oportunidad de asistir al evento organizado por RRHH Digital sobre “Recursos Humanos y talento en el ámbito empresarial”.
En su tramo final se desarrolló un debate en el que se puso de manifiesto que la persona en su singularidad se presenta como poseedora de unos talentos específicos que debieran ser merecedores de explotación adecuada.
No obstante, aprecié que el tema, reducido a los solos efectos de la inteligencia o de la habilidad Kinestésica (Messi y Cristiano estuvieron presentes), no dio la medida exacta de lo que en verdad debiera considerarse como tal.
Con frecuencia, y en el marco de la empresa, se celebran sesiones, cursos, y seminarios, que pretendidamente buscan el desarrollo de sus equipos directivos. De entre ellos, me refiero a los que persiguen la mejora de sus habilidades directivas, entendidas éstas como aquel conjunto de “prestaciones de carácter profesional” que debieran adornar -en su buen hacer- a cualquier directivo al margen de su sector de actividad.
De manera regular en el ámbito de la empresa, y en muchos casos más cerca del show bussines que del intento formativo, se celebran sesiones, denominadas de motivación, en las que se tratan temas de lo más variopinto: optimismo e ilusión, cómo ser feliz, reilusionarse, resiliencia, y un largo etcétera de títulos que a modo de tierra prometida nos ofrecen solución a muchos de nuestros desencuentros con la vida.
Con relativa frecuencia, y en el ámbito de la empresa, nos enfrentamos con seminarios, talleres, charlas motivacionales, y un largo etcétera de formatos que persiguen, por lo menos así se presentan, ilustrar una forma de emplearse en la vida mejor, con menores niveles de ansiedad, de infelicidad y de frustración. El arte de vivir. El camino a la felicidad.
Cuando el 3 de Julio de 1969 fallecía Brian Jones, alma de The Rolling Stones en sus inicios, ahogado en su piscina mientras nadaba (versión que sigue siendo discutida) el futuro de la banda parecía garantizado y sin fisuras.
Muchas son las voces que se manifiestan críticas en cuanto a los supuestos propios de la psicología positiva. Bajo la tiránica búsqueda de lo fácil y superficial, y de la falta de reflexión personal, existe un gran número de personas en las que se ha sembrado la idea de que el único enfoque válido es aquel que se apalanca en las emociones positivas. Parece como si la felicidad sólo se pudiera apostar detrás de las mismas, con olvido, entre otros, del esfuerzo, del sacrificio, de la perseverancia, etc.