Nuestro impulso interior encuentra amarres de progreso en los compromisos que establecemos con nuestras metas; así establecemos un continuum entre: meta, compromiso, disciplina, acto, elección, valores, principios.
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En la década de los 80, el psicólogo holandés Geert Hofstede desarrolló el Modelo llamado de Las Cinco Dimensiones con la finalidad de identificar patrones culturales de grupo. Tales patrones, se mostrarían como una poderosa ancla de comportamiento tanto a nivel nacional o regional como social y de empresa. Se identificarían como un modo particular de emplearse alimentado por el hábito y la costumbre particular de un sistema de convivencia.
A la sombra de la psicología positiva, disciplina universalizada por el psicólogo Martin Seligman en el año 1998, se ha generado una corriente de opinión auspiciada por un sinfín de libros de autoayuda, coaches, ponentes, y motivadores, de lo que se ha dado en llamar “pensamiento positivo”.
Sonia Lyubomirsky
Una parte importante de nuestra sociedad, empeñada en su huida hacia la nada, tiranizada por la búsqueda constante de placer y divertimento, y contumazmente obstinada en transitar por inexistentes atajos hacia la felicidad y la ilusión, se muestra ajena a determinados registros que, en su papel de actores, debieran desempeñar personajes claves en el buen gobierno de la misma.
Muchas son las voces que se manifiestan críticas en cuanto a los supuestos propios de la psicología positiva. Bajo la tiránica búsqueda de lo fácil y superficial, y de la falta de reflexión personal, existe un gran número de personas en las que se ha sembrado la idea de que el único enfoque válido es aquel que se apalanca en las emociones positivas. Parece como si la felicidad sólo se pudiera apostar detrás de las mismas, con olvido, entre otros, del esfuerzo, del sacrificio, de la perseverancia, etc.
Una trayectoria directiva sostenida por el éxito puede alimentar una ceguera emocional directamente relacionada con su período de duración. ¡Cuántas veces un error reconocido es la mejor de las medicinas! Tomar conciencia de nuestras deficiencias directivas -puntos ciegos- es una de las primeras, y más necesarias, prioridades con relación a afinar nuestro estilo de dirección.
Muchas veces el éxito no hace sino reafirmar en el individuo la idea de que su estrategia personal es la mejor y más adecuada.
No hago aquí referencia a la queja que, como manifestación de dolor, acompaña a la persona en un accidente o enfermedad. Tampoco hago alusión a la que se presenta ante quien teniendo responsabilidad suficiente no se ha empleado de forma debida.