Al inicio del desarrollo de un tema de actualidad en el periódico digital El Confidencial.com, que lleva por título Harvard ‘apoya’ la independencia: la élite de economistas se suma al proceso, se hace referencia a una frase del escritor Max Aub: “uno es de donde estudió el bachiller” como justificación al hecho de que importantes personajes del mundo académico se hayan sumado a la ola independentista actual.
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Una trayectoria directiva sostenida por el éxito puede alimentar una ceguera emocional directamente relacionada con su período de duración. ¡Cuántas veces un error reconocido es la mejor de las medicinas! Tomar conciencia de nuestras deficiencias directivas -puntos ciegos- es una de las primeras, y más necesarias, prioridades con relación a afinar nuestro estilo de dirección.
Muchas veces el éxito no hace sino reafirmar en el individuo la idea de que su estrategia personal es la mejor y más adecuada.
Sin ningún género de dudas el trato recibido condiciona de forma significativa nuestro comportamiento. Una relación amable y considerada propiciará, en la mayoría de las ocasiones, una respuesta del mismo tenor; por contra, el potencial evocador de una atención tosca y distante puede hacer naufragar el mejor de nuestros ánimos para con los demás.
No hago aquí referencia al concepto de nacionalismo que, como manifestación de un sano sentido de pertenencia a una colectividad, resulta esencial en el ser humano.
En una tribuna anterior desarrollé brevemente la idea de que el ser humano para que pueda merecer el calificativo de libre debe mostrarse como un individuo condicionado éticamente en sus decisiones a la vez que disciplinado en sus ejecuciones. Decidir y ejecutar no son formas verbales sinónimas. Como consecuencia, que una persona se muestre libre no depende tanto de la cantidad de opciones de que disponga como de su capacidad de elegir bien; es decir, con criterios éticos.
El tránsito de la era industrial, a la del trabajador del conocimiento y de la información, nos puede enfrentar con la mayor de las perplejidades. Tal como argumentaba Stephen Covey en su obra “Primero lo Primero” debemos cambiar de paradigma, no se trata tanto de ser cada vez más rápidos y veloces, como de ir en la dirección adecuada.
Muchos y diarios son los enfrentamientos que se libran en el seno de cualquier organización en aras a conseguir posiciones de mayor poder y dominio. Resulta una constante, ajena a cualquier tipo de institución, que tanto la política como el mundo empresarial, militar o eclesiástico se vean sometidos a las mismas tensiones e intrigas.
¿Hasta qué punto podemos aceptar la existencia de un saber inútil? ¿El saber sólo puede ser concebido como un medio para la obtención de mayores y mejores utilidades?
Enunciados tales como las mujeres son… los hombres son… los directivos son… en realidad nos enfrentan a estereotipos que con carácter general no se ajustan a la naturaleza humana, si hay algo que singulariza a la persona por encima de cualquier otra consideración es el ejercicio de su libertad, esto es la capacidad de elegir y elegir libremente tanto en el camino que desea recorrer como el sentido que quiere dar a su vida.