El pasado mes de Junio, y por la Editorial Pearson, publiqué mi segundo libro que lleva por título: “Aprendiendo a liderar”. En el mismo, desarrollo aspectos del liderazgo que, acompañando siempre a nuestra condición humana, jamás se nos presentarán como suficientemente “sabidos/vividos”, entre otras razones porque tal como propongo en el subtítulo “El mundo no hay que entenderlo, hay que sentirlo”.
En su introducción, y de forma retórica, me pregunto “a quién no le resultan familiares consejos tan bien intencionados como: si estudias encontrarás un buen trabajo; si te esfuerzas, tus jefes te lo reconocerán y un largo etcétera de consideraciones que, más pronto que tarde, se mostrarán como poco acertados y precisos”.
Veamos de su aplicación práctica: ¿Qué podríamos decir de tantos nuevos gobernantes -alcaldes, regidores, concejales, y demás cargos públicos- que, faltos de estudio y de esfuerzo, se aprestan a ocupar -más que a desempeñar debidamente- su nuevo cargo? La realidad, contradice de forma evidente tales consejos. ¿Qué referencia y guía se les ofrece a nuestros jóvenes? Puesto que si para la cosa pública estudiar no es menester, y para el famosillo de turno tampoco, parece como si el estudio esforzado se encontrara reservado para el “pringado” de turno.
Y así, consideración tras consideración, podríamos enumerar un sinfín de circunstancias que pareciera desvalorizan el esfuerzo, el trabajo, la dedicación, la lealtad, el compromiso, la honradez y el ejemplo…
Pero, ¿cómo defenderse anímicamente de tamaña afrenta sin “pasarse al lado oscuro”? ¡Qué pelea tan desigual para el que no está dispuesto a emplearse de la misma forma! La bonhomía, se muestra necesitada de carácter. Una persona, sin la firmeza de sus convicciones, está abocada a caer en las redes de todo aquello que en origen se le presentaba como ajeno y extraño a su condición. Pelear, por no ser uno más de entre ellos, se antoja difícil y doloroso.
¿Y cuándo superadas determinadas barreras nos toca, ahora sí, desempeñar un cargo de responsabilidad, dónde adquirir hechuras directivas de liderazgo? ¿En la familia? ¿En el instituto? ¿En la universidad o quizás, en alguna escuela de negocios?; ¿Cómo deshacer el nudo gordiano de la formación en el arte de dirigir? Puesto que si a correr se aprende corriendo y a nadar nadando, a dirigir…
En derivada consecuente, cómo justificar el hecho del que, siendo elegido para una alcaldía -nuevamente los políticos sobrevenidos- pongamos por caso, jamás, y digo bien, jamás haya dirigido organización alguna. Aquí, ya no se trata de haber o no cursado estudios superiores, sino de tener experiencia contrastada en labores de dirección. Sin experiencia previa resulta imposible ejercer con la debida garantía cargo público alguno; manifestarse con 50, 60 o 70 años cual becario tiene sus “bemoles”, sobre todo para quien sufre tan “sublime” (evidente ironía) desempeño. A la política se debiera acceder “aprendido”. Puesto que si anteriormente ponía en evidencia la falta de preparación académica (y de esfuerzo) de algunos, en esta ocasión me refiero a la ausencia de “expertise” dirigiendo. Si en cualquier cargo público la formación es deseable, la experiencia directiva contrastada resulta inexcusable. Salimos de Guatemala para encontrarnos en Guatepeor.
Aprendiendo a liderar se presenta como un intento de brindar reflexión y soporte adecuado a la forma de encarar las perplejidades evocadas por consejos tan virtuosos como los enunciados, a la par que se inicia en un recorrido por algunas de las principales manifestaciones del carácter en la persona: el estilo, la tibieza, la queja, la templanza, la asertividad, la honestidad, el ejemplo, y la nobleza. Como telón de fondo, el liderazgo y, en particular, el liderazgo de la propia vida.
Por muy certeros y atinados que sean nuestros argumentos jamás se mostrarán a la altura de lo que supone sentir el impacto de la vivencia. “Saber” sobre conceptos tales como el de la ejemplaridad, se presenta como pobre y escaso ante la fuerza de una conducta ejemplar. Y con ella, la resiliencia, el liderazgo, la firmeza de carácter, y un sinfín de matices de los que he tratado de hacerme eco a lo largo del relato.
La trama progresa valiéndose del método socrático, a través de un programa de desarrollo directivo in-Company. Luis, su presidente, y Juan consultor y amigo, se fajan para sacar adelante en su madurez a seis jóvenes directivos llamados a mayores responsabilidades.
Santiago Ávila es experto en liderazgo y desarrollo directivo. Socio Director de Executives On Go. Acumula en su haber una dilatada experiencia en el ámbito de la empresa: toma de decisiones, resolución de conflictos, reorganización y dimensionamiento de la misma, dirección de equipos interdisciplinares y actividades de formación, coaching y mentoring. Cuenta con más de 35 años de experiencia directiva -los 22 últimos como Director General-. Es autor de “La gestión emocional” (Pearson, 2014) y “Aprendiendo a liderar” (Pearson, 2015)
Publicado el 17/7/2015 en El Confidencial Digital.
Aprendiendo a liderar. Reflexiones para gobernantes sobrevenidos.
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