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¡Cuántos inteligentes he conocido que no saben mandar! Sentencia extraída de un manual de buenas prácticas en el arte de dirigir que nos recuerda las limitaciones de la brillantez académica en el gobierno de instituciones de naturaleza social.

Resulta cuanto menos curioso que la Universidad Española, caracterizada por vivir inmersa en una endogamia abstraída en la más autista de las ensoñaciones, se haya transformado en un vivero de políticos que, instalados en sus atalayas de inconcreción, se presenten como el paradigma del buen gobernante.

Su brillantez intelectual -por lo menos discursiva- unida al impulso emocional y falto de experiencia que brinda su juventud hace de ellos una golosina que presente en la puerta del colegio -el electoral claro está- propicie una indigestión de la cual todos saldremos irremediablemente dañados.

La sentencia “dime de qué presumes y te diré de qué careces” nos alerta sobre quien se presenta como paradigma de lo que es o no correcto.

Pero no pretendo que mi comentario discurra por los derroteros de la ejemplaridad o no de los mismos, sino en atención a  su  corta edad y  al ámbito en el que se ha propiciado.

La falta de experiencia, propia de la juventud, siendo un inconveniente, no se me antoja tan relevante como  el entorno en que se ha producido.

Veamos; gobernar un país, institución o empresa, debiera suponer, entre otras consideraciones, dominar los entresijos propios de la inteligencia emocional. Conciencia empática, y actitud empática también, se nos muestran como un continuum necesario. No basta con interpretar lo que los demás desean, no basta con dialogar, con debatir, con comunicar, el deseo necesita de la concreción, de la acción de dirección -los actos-, y es ahí donde queda desnudo lo escaso de su bagaje.

Lo anterior, siendo importante, no da pistas consistentes de quien jamás ha tenido oportunidad alguna de emplearse como conductor de equipos y personas. Y ya se sabe, hay posiciones, políticas o directivas, a las cuales hay que presentarse “hecho”. Quien  está por hacer debiera alejarse de tan gran empresa.

Al igual que nadie se podría imaginar una posición de dirección general ocupada por un individuo en fase de aprendizaje, qué decir tiene de quien se emplea en posiciones de gobierno.

Cuando en un sinfín de ocasiones se exclama que “los experimentos con gaseosa” en atención a no propiciar un desastre mayor del que se está soportando, se está clamando por la presencia de individuos solventes.

En las labores de dirección,  la vertiente  emocional no lo es todo, necesitamos, además, de conciencia ética, y es ahí, a través del beneficio de la duda, que nuestros jóvenes tratan de mostrarse como inasequibles a la corrupción.

Pero si los políticos son muestra de lo que como sociedad somos, no me cabe duda alguna de que mientras siga primando en la misma el complejo de Lazarillo de Tormes actual, el problema de la corrupción seguirá vigente, estén al frente de las instituciones  jóvenes “talentosos” o no. Con lo cual añadiremos a la actual miseria ética la poca pericia de gobierno que anticipan.

Publicado el 28/11/2014 en El Confidencial Digital

La universidad como vivero de políticos