Si el peluche, como consecuencia de enfermedad, tuviera fiebre, no parecería razonable pensar que cualquier otro “osito”, en sus mismas circunstancias, no se podría contagiar de idénticas dolencias y calenturas.
Decía Galeno (médico griego), los síntomas son expresiones de una enfermedad que como sombras la acompañan. Éstos se manifestarían como una señal de alarma de lo que el cuerpo, en su “dolor” y desajuste, expresa. Señal, que en su utilidad permite enfrentar dolencia y remedio. Tratado el mal, habitualmente desaparece; aunque en ocasiones, y ante la imposibilidad de doblegarlo, nos finiquite o tengamos que convivir con él. En todo caso, el síntoma es una consecuencia de la dolencia.