Cuando el 3 de Julio de 1969 fallecía Brian Jones, alma de The Rolling Stones en sus inicios, ahogado en su piscina mientras nadaba (versión que sigue siendo discutida) el futuro de la banda parecía garantizado y sin fisuras.
En el mes de Junio del mismo año, empujados por su depresión, desgana, y falta de creatividad, el resto de componentes del grupo optaron por continuar sin él. Mick Taylor ocupó su lugar. Aparentemente todo seguía igual y, aunque a entender de muchos la creatividad de la banda se resintió notablemente, la formación continuó con su trayectoria musical. Nadie es imprescindible.
El 25 de Septiembre de 1980 John Bonham baterista de Led Zeppelin, considerado por muchos como uno de los mejores, sino el mejor, de la historia, fallecía ahogado en su propio vómito después de haber ingerido 40 vodkas en menos de 12 horas. El grupo no pudo continuar sin él. Nadie podía sustituir en sus ritmos endiablados a Bonham. ¿Y si no fuera cierta la sentencia en cuestión? ¿Es verdad que nadie es imprescindible? Bonham si lo fue.
Conforme la figura del trabajador del conocimiento se hace más y más patente pudiera darse la circunstancia de que la frase en cuestión se torne gradualmente más alejada de una incómoda realidad.
A principios del siglo pasado, 9 de cada 10 personas hacían o movían cosas. El trabajador manual era fácilmente sustituible. Actualmente es al revés, 9 piensan -se supone-, y uno, mueve o se emplea manualmente.
Por primera vez en la historia la herramienta fundamental de muchos trabajadores es de su propiedad : el cerebro. Si transita a otra organización se la “lleva puesta”.
El conocimiento ha hecho posible las guerras asimétricas: unos pocos pueden poner en peligro a la civilización entera. La asimetría es evidente.
Como asimétrico podría ser el daño ocasionado en una organización cuando alguno de sus miembros más brillantes decidiera no aportar todo aquello para lo que está especialmente dotado.
¿Qué hacer? Como condición necesaria favorecer un trato considerado y respetuoso. En muchas personas, tal medida -que no debiera ser nunca opcional sino de obligado carácter y estilo – sería más que suficiente. Pero el mal, en forma de soberbia, rencor, y maquiavelismos varios, está siempre presente en nuestra sociedad, y por ello, hay que dotarse de otro tipo de medidas que no pongan en jaque a toda una organización.
En muchas ocasiones el nudo gordiano no viene propiciado por el conocimiento excelso sino por una mente de condición enfermiza que trata de blindarse, en su inseguridad o irreverente narcisismo, a los necesarios juicios de valoración de cualquier organización. Ante el miedo de que en el desempeño de su función sea juzgada como no apta, adopta la postura de la imprescinbilidad.
Si no qué pensar de aquella persona que en su reciente incorporación, y con conocimiento experto -por eso se la ha contratado-, se muestra como impermeable en su saber-hacer. La mayoría de los procesos vitales de su nueva empresa dependen de ella, nadie más conoce ni claves en la forma de hacer ni persona de contacto oportuna, es más, lo poco que delega se concreta a través de individuos de condición dócil y temerosa. De esa manera queda garantizada su necesaria permanencia al frente del “cotarro”.
Su afán de blindarse, de mostrarse como la única persona capaz de salvaguardar los intereses de su organización le acabará pasando factura, a no ser, claro está, que al frente de ella se encuentre una persona poco experimentada -tal vez un pardillo-.
En caso contrario, siendo consciente de los peligros que encierra tal dependencia (buscada dependencia), deberá protegerse de la misma en previsión de que una vez conseguidos sus personales objetivos se marche con viento fresco a otra organización dejando en mantillas a la actual.
Aunque la situación reflejada no deja de haber acompañado al mundo de la empresa desde la revolución industrial, la curva de aprendizaje, de naturaleza exponencial, ha sumado a las heredadas (las buscadas) , las propias del puro conocimiento.
Lo cierto y verdad es que bien sea por prácticas de poder heredadas del pasado o conocimientos almacenados en una mente sobresaliente, la prudencia invitaría a pensar que quizás ya no sea tan cierta la frase -despectiva a todas luces-: el cementerio está lleno de personas imprescindibles.
Publicado el 18/6/2014 en El Confidencial Digital.
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