Fernando [1] -seleccionador nacional de renombre- con mirada entre paciente y curiosa contemplaba la escena. En ella, y en apasionada discusión, se mostraban estilos y ambiciones distintas de dos de los entrenadores de club con más renombre del firmamento futbolístico actual.
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Libertad y disciplina se nos presentan como conceptos antagónicos. Aunque en realidad la primera, concretada en la libre elección de una alternativa de entre varias posibles, requiere de la segunda como requisito ineludible en la materialización de la opción escogida: sin ella nunca se alcanzaría la meta elegida.
No hace demasiado tiempo en una ponencia sobre liderazgo, impartida por dos -se supone- expertos, ante la típica pregunta sobre si el líder nace o se hace, ambos al unísono afirmaron: el líder se hace.
Cuando Antonio, tras años de duro trabajo y experiencia, fue nombrado supervisor en la cadena de montaje de su planta en Sabadell sintió la alegría propia de quien es reconocido en su desempeño. ¡Por fin! Exclamó para sí. Pero horas más tarde, una vez superada su alegría inicial, tomó plena conciencia del desafío al que debía enfrentarse, ¿debería adoptar pose de jefe o, por el contrario, demostrar que seguía siendo uno más como hasta ahora?
La formación superior militar ha transitado desde un sistema en el que a lo largo de cinco curso prevalecía la formación militar -carácter y competencias militares- con apoyos formativos de naturaleza técnico-científica, a otro en el que se hace énfasis especial en una formación de naturaleza técnica ajena al mundo castrense -ingeniería en organización industrial- y un útltimo año intensivo en milicia. La obtención del empleo de teniente queda supeditada a la consecución de un grado en ingeniería.
Muchos son los cursos, seminarios y jornadas que giran en torno al concepto liderazgo. Cuántas veces un individuo que tiene por condición laboral la de directivo, nos anuncia con un falso desapego que ha realizado un seminario de liderazgo. Tal parece que, enfrentado a una serie de ritos iniciáticos, ha quedado imbuido de un halo mágico que transforma lo que hasta ese momento tenía la consideración de instrucciones, órdenes, o recomendaciones, en actos de liderazgo.
El tránsito de la era industrial, a la del trabajador del conocimiento y de la información, nos puede enfrentar con la mayor de las perplejidades. Tal como argumentaba Stephen Covey en su obra “Primero lo Primero” debemos cambiar de paradigma, no se trata tanto de ser cada vez más rápidos y veloces, como de ir en la dirección adecuada.
Muchos y diarios son los enfrentamientos que se libran en el seno de cualquier organización en aras a conseguir posiciones de mayor poder y dominio. Resulta una constante, ajena a cualquier tipo de institución, que tanto la política como el mundo empresarial, militar o eclesiástico se vean sometidos a las mismas tensiones e intrigas.
¿Hasta qué punto podemos aceptar la existencia de un saber inútil? ¿El saber sólo puede ser concebido como un medio para la obtención de mayores y mejores utilidades?
La opinión, ciertamente extendida en el que ostenta responsabilidades públicas, de que el incumplimiento de la palabra dada no debe ser causa suficiente de dimisión, véase el caso de Duran i Lleida, nos sitúa frente al dilema de concretar qué es lo que nos califica y de forma consecuente cuál debería ser la respuesta del calificado.