Al inicio del desarrollo de un tema de actualidad en el periódico digital El Confidencial.com, que lleva por título Harvard ‘apoya’ la independencia: la élite de economistas se suma al proceso, se hace referencia a una frase del escritor Max Aub: “uno es de donde estudió el bachiller” como justificación al hecho de que importantes personajes del mundo académico se hayan sumado a la ola independentista actual.
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Rafa Nadal, ante el ofrecimiento de la Real Federación Española de Tenis de viajar en Jet Privado desde Nueva York a Madrid con el fin de disponer de un día más de descanso, previo al enfrentamiento de Copa Davis de España y Ucrania, contestó: “Tal y como está el país no creo que sea el momento de hacerle pagar un viaje al Estado”.
Una trayectoria directiva sostenida por el éxito puede alimentar una ceguera emocional directamente relacionada con su período de duración. ¡Cuántas veces un error reconocido es la mejor de las medicinas! Tomar conciencia de nuestras deficiencias directivas -puntos ciegos- es una de las primeras, y más necesarias, prioridades con relación a afinar nuestro estilo de dirección.
Muchas veces el éxito no hace sino reafirmar en el individuo la idea de que su estrategia personal es la mejor y más adecuada.
Euclides, ante la pretensión del rey Ptolomeo de que le explicara la geometría de una forma simple y sencilla, respondió: “No hay ningún camino regio hacia el conocimiento”.
En el fondo, el matemático y geómetra en cuestión, no hacía otra cosa que evidenciar que la adquisición de conocimiento se comporta de acuerdo con un sistema natural basado en la ley de la cosecha, esto es: el aprendizaje sólo es posible a través del esfuerzo inteligente que se ejerce de forma regular y continuada. No existen los atajos.
Se entiende por resiliencia la capacidad que tiene un individuo u organización para sobreponerse a la adversidad; de tal forma que, una vez superado el reto enfrentado, recupere su tono y propósito vital con un mayor y mejor arsenal de experiencia. Arsenal que le permitirá encarar con mayores garantías de éxito la visita siempre incómoda, constante, y retadora de la adversidad.
Sin ningún género de dudas el trato recibido condiciona de forma significativa nuestro comportamiento. Una relación amable y considerada propiciará, en la mayoría de las ocasiones, una respuesta del mismo tenor; por contra, el potencial evocador de una atención tosca y distante puede hacer naufragar el mejor de nuestros ánimos para con los demás.
No hago aquí referencia al concepto de nacionalismo que, como manifestación de un sano sentido de pertenencia a una colectividad, resulta esencial en el ser humano.
No hago aquí referencia a la queja que, como manifestación de dolor, acompaña a la persona en un accidente o enfermedad. Tampoco hago alusión a la que se presenta ante quien teniendo responsabilidad suficiente no se ha empleado de forma debida.
En una tribuna anterior desarrollé brevemente la idea de que el ser humano para que pueda merecer el calificativo de libre debe mostrarse como un individuo condicionado éticamente en sus decisiones a la vez que disciplinado en sus ejecuciones. Decidir y ejecutar no son formas verbales sinónimas. Como consecuencia, que una persona se muestre libre no depende tanto de la cantidad de opciones de que disponga como de su capacidad de elegir bien; es decir, con criterios éticos.