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Hace más de cuarenta años que se cruzó en mi camino la persona que, quizás,  haya influido más en mi vida, se llamaba Andreu Collell i Sala, era uno de mis profesores. El impacto que supuso su figura,  para todos los que tuvimos la inmensa suerte de disfrutarla,  fue imborrable. Es, junto con mi padre, a la única persona que, habiendo tratado y conocido, le entregaría de forma inapelable el calificativo de líder.

De él aprendí, entre otras muchas más cosas, que para realizar un acercamiento certero a conceptos de naturaleza abstracta la mejor herramienta posible consistía en narrar una historia ilustrativa. De forma consecuente me valdré de una breve reseña de su vida para tratar de ejemplificar el concepto de liderazgo.

Con veinte años participó en la guerra del 36, en el bando republicano, empujado por un deseo de igualdad y libertad entre los hombres. De su libro D’un Temps Passat (De un tiempo pasado) extraigo el siguiente apunte: “El somni d’un millorament social ens venia provocat pel destí que havien patit els nostres pares. Primer pel que ens contaven. I era un conte de miseria, el de la classe treballadora industrial de començament de segle”(El sueño de una mejora social estaba motivado por el destino que habían padecido nuestros padres. Primero por lo que nos contaban. Era un cuento de miseria, el de la clase trabajadora industrial de principios de siglo).

 Su contacto con el horror se concreta en la perplejidad recogida en una de sus reflexiones. “En quin embolic cada cop més i més enredat hem  anat a parar”. Allò que va començar amb lectures i xerrades, amb crits i càntics entusiastes, ¿on ha arribat?(En qué embrollo cada vez más y más enrevesado hemos ido a parar. Lo que comenzó con lecturas y tertulias, con gritos y cánticos entusiastas, ¿en qué ha desembocado?).

 Sufrió todo tipo de horrores y miserias, se empleó con dureza extrema en el combate causando la muerte de algunos de sus rivales (como él los calificaba), perdió amigos y compañeros de fatiga, y sin embargo no permitió que se instalara el odio en su corazón. “Tinc paraules d’emoció per a aquells companys meus ja desapareguts. Arribo a no tenir odi pels rivals”(Tengo palabras de emoción para aquellos compañeros ya desaparecidos. Incluso llego a no tener odio por mis rivales).

 Finalizada la guerra fue capaz de rehacer su vida entregándose en cuerpo y alma a la enseñanza,  y es ahí, en ese cometido, que con el paso de los años tuve el privilegio de disfrutar de su ejemplo y enseñanzas.

Persona erudita y vital, con más de ochenta años impulsaba una tertulia de filosofía en su barrio de Sants en Barcelona, se empleaba siempre con cariño y firmeza, nos exigía que diéramos lo mejor de nosotros; en aquellos años la bofetada en el aula todavía era posible, más de uno disfrutamos de tal “prebenda”, pero he de significar que su castigo  no  lastimaba nuestro corazón. Justo y considerado siempre encontramos en él el ánimo reconfortante de quien ofrece comprensión y cariño incondicional.

Como amigo de uno de sus hijos, compañero de clase, pude otear más allá de su labor docente, pudiendo constatar lo que de alguna forma intuíamos todos sus alumnos, integro en el hacer, maduro en sus responsabilidades y generoso en la entrega a los demás, sus papeles de padre y amigo ofrecían los mismos registros que en el aula.

Se encendía con la mentira y la miseria moral, exigía de nosotros que no fuéramos titelles (marionetas) de los demás, que alimentáramos nuestro criterio con conocimiento y valores de naturaleza ética que nos permitieran encontrar la verdad de las cosas, evitando así caer en las redes de la manipulación mentirosa. ¡Cuántas oportunidades de adoctrinamiento que no quiso encontrar! Jamás una muestra de odio, rencor o victimismo (inimaginable en él).

Su liderazgo se sustentaba en la ejemplaridad de un carácter presidido por principios intemporales ( justicia, amor, respeto, etc) y una erudición fantástica,  hasta aquí lo tratado en la mayoría de lecciones de liderazgo, pero su persona nos ofrecía registros definitivos sobre las más profundas esencias del mismo; no había discontinuidad en su forma de actuar, como tal se mostraba en todo tiempo, lugar y compañía, insobornable en su condición hasta el final de sus días, jamás manifestó el más mínimo interés en ser calificado como líder. No necesitó de cargos formales para guiar con su ejemplo a sus discípulos, amigos y familiares. ¡Qué lección de liderazgo!

Como catalán no necesitaba fundamentar su amor a Cataluña en el desapego al resto de España, en él se adivinaba como primera condición la  de persona para sobre ella construir sus capas identitarias, catalana, española y por encima de todas la de ciudadano del mundo. Gracias por su legado Sr. Collell.

Publicado el 17/1/2013 en El Confidencial Digital.

Lecciones de liderazgo de un catalán