Se sentía noqueado por la respuesta del profesor. Su definición de liderazgo – capacidad de aunar voluntades en torno a la figura del líder- se había topado con una réplica desconcertante por no esperada.
-Si tu definición es correcta -le había dicho-, ¿podríamos argumentar sin temor a equivocarnos que Hitler era líder?
El inicio de la respuesta en el joven, concretado en un tímido balbuceo, fue interrumpido por el análisis firme y solvente del profesor.
-Carácter y competencia adecuados son las claves que posibilitan el que una persona se manifieste con criterio. Si al mismo unimos el firme deseo de emplearse como ejemplo y guía de otros, a la par que haga posible que los hechos ocurran gracias, y sobre todo, al desarrollo de quienes le rodean, estaremos en presencia de un jefe, un gran jefe.
-¿Y el liderazgo, dónde se sitúa? replicó el alumno.
-Cuando tal forma de empleo encuentre continuidad en el resto de planos vitales del individuo, pareja, hijos, amigos, vecinos, etc., estaremos en presencia de un líder. En el liderazgo no existen contratos a tiempo parcial, se es en todo tiempo, lugar y condición o no se es. De ahí que la actual filosofía que, cual tela de araña, envuelve al mundo laboral -al de la milicia también- me produzca cierta desazón. Si la admitiéramos sin más, cualquier persona desempleada y, por tanto, sin posibilidad alguna de ejercer dirección sobre otros, quedaría invalidada como líder.
-El liderazgo no consiste, como piensan muchos, en disponer de una personalidad arrolladora y formada, muy formada. No se trata de hacer bien el mal, sino de hacer bien el bien. No parece que Hitler ejemplifique bajo ninguna circunstancia la segunda opción.
-El espejismo de ciertos liderazgos se diluye, cual azucarillo en taza de café, con el paso del tiempo. Los mensajes positivos y bondadosos perviven en el tiempo (Jesús). Por contra, los amparados por la soberbia, el egoísmo, en definitiva, la maldad, dejan de ser referentes conductuales para el hombre de recta de condición.
-Querido amigo -dijo el profesor- al igual que el origen de nuestras lágrimas puede ser ocasionado por el impacto de una noticia alegre o dolorosa, la jefatura se puede concretar en la figura de un buen o mal jefe. La jefatura puede ser dual, buena o mala. Por contra, la risa alegre y cantarina al igual que el liderazgo solamente es consecuencia de registros positivos. Tal es así, que una mala noticia nunca propiciará como respuesta una sonrisa. ¿Por qué admitir la existencia de un mal liderazgo?
-El concepto de liderazgo sólo tiene connotaciones positivas, de ahí que Hitler no merezca la consideración de líder, ni tan siquiera de mal líder.
-Espero haberte aclarado la cuestión. !Ah! y recuerda que el liderazgo significa hacer bien el bien en todo tiempo, lugar y condición.
-Gracias, fue la respuesta sincera del joven.
Publicado el 16/1/2014 en El Confidencial Digital
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