“Quienes carecen de la capacidad de establecer contacto con los demás caen típicamente dentro del ámbito del narcisismo, el maquiavelismo y la psicopatía, es decir, lo que los psicólogos han calificado como la tríada oscura”. Así se emplea Daniel Goleman en su obra “Inteligencia social”.
Narcisistas sanos.
Aunque en el caso de los narcisistas, típicamente no significa irremediablemente. Así aquellas personas que a una manifiesta necesidad de admiración hacia su persona unen preocupación sincera por otros (empatía), siendo capaces incluso de admitir las críticas, forman parte de los denominados narcisistas sanos abiertos a la realidad.
Narcisistas patológicos.
Pero no siempre es así, mayoría son las veces en que el narcisista permanece de espaldas al dolor ajeno; tal sería el caso del empresario que esquivo a los sinsabores de sus empleados liquida su sociedad con atención exclusiva a sus intereses y necesidades.
Narcisistas patológicos.
Pero no siempre es así, mayoría son las veces en que el narcisista permanece de espaldas al dolor ajeno; tal sería el caso del empresario que esquivo a los sinsabores de sus empleados liquida su sociedad con atención exclusiva a sus intereses y necesidades.
El narcisismo en las organizaciones.
Pero y en las organizaciones ¿cómo cursa el narcisismo? La lealtad, falsamente entendida ( se manifiesta lo que se supone quiere oír el superior), puesta a disposición de un líder narcisista alimenta un ambiente de cinismo que propicia, cuando el número de personas que así se emplea alcanza una masa crítica, un colectivo aquejado de una estulticia manifiesta.
El peligro resulta evidente, se alientan los delirios de grandeza del jefe a la par que el colectivo sufre un rapto emocional que no permite crítica alguna bajo riesgo de ser expulsado por el sistema. Cualquier censura será contemplada como un ataque directo al jefe, por lo que la mejor forma de hacerse visible consiste en manifestarse como la persona más comprometida posible con las ideas y valores del mismo.
En definitiva todo el colectivo acaba abrazándose a una bandera que se supone asida con firmeza por el jefe. Curiosa circunstancia por cuanto la única bandera que está dispuesto a enharbolar es la de proveerse de vasallos que le admiren. La sana crítica en atención a corregir y evitar errores futuros no es posible. El peligro evidente, de perseverar de forma contumaz en tal actitud, se traduce en un riesgo cierto de desaparición.
“Pero la principal víctima del narcisismo patológico no es la verdad, sino la relación auténtica entre los empleados. En todo caso, todo el mundo parece conspirar tácitamente para mantener viva la ilusión compartida, un entorno en el que prospera la distorsión y la paranoia, al tiempo que el trabajo se degrada hasta convertirse en una mera farsa” Nuevamente Goleman.
El narcisismo patológico en Cataluña
Pero ¿y cuándo no hablamos de una empresa, sino de una Comunidad Autónoma como es el caso de Cataluña, es factible caer en la misma mascarada? Me temo que la respuesta es que sí. Tras años y años de adoctrinamiento en la enseñanza, con fuga de opiniones diversas, concretadas en la figura de 14.000 profesores que no pudieron seguir ejerciendo como tales por no dominar el catalán, se ha alcanzado una masa crítica dispuesta a seguir los designios de un jefe comprometido con lo que sea en atención a sus delirios de grandeza.
Nuevamente Goleman retrata de forma magistral tal situación, “ En ausencia de empatía, los remordimientos no existen y estos líderes son impasibles a las necesidades y sentimientos de sus subordinados”.
Ante tal situación ningún razonamiento es posible, se ha desatado la mayor de las sinrazones, si una persona se manifiesta afecto a corrientes independentistas su vecino se abrazará al mismo despropósito, no vayan a pensar de él que no está suficientemente comprometido con la idea.
Me dirán ¿pero es qué a nadie se le ha ocurrido pensar que Barcelona aporta mucho más que Tárrega, pongamos por caso, y en consecuente razonamiento Barcelona debiera buscar la independencia? De forma irreflexiva se argumenta que en Cataluña por el mero hecho de serlo se debe hablar catalán, asociando lengua con nación, en una deducción lógica Argentina pasa a ser territorio nuestro como consecuencia del idioma.
Se debe suprimir de raíz el adoctrinamiento en la escuela sólo así se podrá volver a ganar el corazón de la gente, es el amor y no el odio el aglutinador de toda convivencia.
Publicado en El Confidencial Digital el 26/11/2012
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