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La sociedad de lo fácil y superficial consigue a base de repetición gratuita de  palabras, dejarlas carentes de contenido, ahora estamos sufriendo el vaciado sistemático del concepto “excelencia”, así, en cualquier discusión empresarial o familiar, pretendidamente profunda, saldrá a relucir .

La excelencia surge únicamente desde la pasión, del deseo irrefrenable en el hacer y en el hacer bien, 10.000 horas o su equivalencia en 10 años de trabajo se estima el tiempo necesario para el dominio de una actividad, pero detrás de ese pretendido dominio que nunca llegará a puerto, (el entusiasmo no se consume) está la pasión por la belleza, por la meta a conquistar, por la consecución del fin que alimenta nuestros sueños.

Quien habla de excelencia y no lo hace con apasionamiento, está representado un papel, el papel del entendido, del que está en la onda.

Nuestra sociedad, de la cual forma parte la Administración Pública, habitualmente no da ejemplo de entusiasmo,  tanto cuando nos ofrece sus servicios, como cuando valora a sus proveedores.

Sufre esquizofrenia, cuando por un lado ensalza el concepto, y por otro no lo tiene en cuenta en la valoración de sus proveedores, dando importancia únicamente al factor precio.

Si ya sé que me dirán, que es necesario economizar, pues claro que sí, pero ¿porqué la administración no abre la puerta a la creatividad y al saber-hacer?, en muchos casos, se conseguirían economías concibiendo de otra forma los servicios, no es así cuando la única variable a tener en cuenta es el menor precio unitario.

No hace mucho tiempo, un responsable de unidad de la administración, me argumentaba que la única variable de adjudicación debería ser siempre el menor importe, a lo que le respondí, que era el mejor camino en la consecución de la mayor de las mediocridades, por cierto mi perplejidad fue mayúscula cuando su vehículo, el que le da servicio, era un automóvil de alta gama alemán.

Publicado el 12 de Mayo de 2011 en el Diario Negocio & Estilo de vida.

Excelencia o mediocridad